La enfermedad que describió James Parkinson son varias. Y eso no lo he leído en libros o revistas, ni lo aprendí en congresos. Sé que son muchas y diferentes las enfermedades de Parkinson por mis pacientes. He atendido, escuchado, explorado y tratado a cientos de parkinsonianos y puedo asegurar que son distintas sus enfermedades, sus padecimientos.
Todos comparten movimientos lentos y escasos, y rigidez en mayor o menor grado. Unos tiemblan mucho, otros nada, y los demás en medio. Casi todos padecen estreñimiento, tensión baja, intolerancia al calor y diversos problemas del sistema nervioso autonómico.
La depresión es frecuente, la ansiedad casi general y la inteligencia al comienzo es buena e incluso superior a la media, aunque algo “lenta”: razonan muy bien pero “procesan” despacio (bradipsiquia o bradifrenia se llama).
Los rasgos de personalidad varían pero suelen ser ordenados, meticulosos y puntuales. Casi todos son ansiosos “anticipatorios”, tienden a ser estrictos (consigo mismo y con los demás) y absolutamente fiables: puedes confiar en un paciente con parkinson, su palabra es “una escritura”. De hecho suele vérseles a la búsqueda de reglamentos, de normas que seguirán al pie de la letra.
UNA RECETA DE EGOISMO
Y no suelen disfrutar de la vida, son anhedónicos, hiperresponsables siempre dispuestos a sacrificarse por los demás, pero ellos no se dan un gusto. Tienden a ser pesimistas, recelosos y sufridores. Yo siempre les receto “egoismo” que se cuiden y que disfruten lo que puedan, que se lo merecen, que se olviden un poco de los demás y que hagan lo que les venga en gana (por prescripción facultativa).
Sabemos que no hay muchos aventureros (no suelen gustar de novedades) y que tienden en exceso a evitar el daño. Su sistema de recompensas es distinto, como diferentes son los circuitos dopaminérgicos, bien por herencia o bien por ambiente o, como es probable, por la convergencia de genoma y ambioma.
En estas diferentes personas, cuando se lesiona la substantia nigra, el hipotálamo o el sistema nervioso autónomo, es por diferentes factores nocivos: acúmulo de proteínas anómalas, el envejecimiento acelerado, tóxicos diversos, quizá bacterias, psicotropos y, entre otros, el estrés y sus efectos hormonales, sobre el glutamato y sobre otros procesos intermedios.
VULNERABILIDAD VARIABLE
Así pues, son muy variadas las situaciones de sus circuitos neuronales (por distintos genomas creciendo en diferentes ambientes), son variados en el grado de vulnerabilidad que presentan, y son muchos los factores que pueden dañarles. Demasiadas combinaciones que, unas con otras, van a multiplicar las numerosísimas formas en que los síntomas (unos sí y otros no, y con variable intensidad) van a expresarse.
Por tanto, decir que no hay una sino varias, muchas enfermedades de Parkinson es una verdad de Perogrullo. Como su consecuencia: requieren tratamientos diferentes, diseñados “a medida”, en cada paciente y en cada una de sus etapas evolutivas”.
En este libro he intentado llamar la atención sobre cómo el estrés puede ser uno más de los factores implicados tanto en favorecer el párkinson como en empeorar sus síntomas. Y que esa vertiente emocional debe siempre contemplarse al tratar a estos pacientes.
Nada más, y nada menos.
